Hoy, mientras me preparaba para ir a la facultad, me ha parecido oír el sonido incesante del agua sobre cualquier tejado. Efectivamente, al salir de casa me he encontrado con un día lluvioso, un cielo cubierto y amenazante. He visto, oído y sentido las gotas de lluvia y sólo me he atrevido a sonreír. Lo único que me ha salido ha sido una inusual sonrisa mañanera.
Ya no sólo porque me gusten los días así, raros, lluviosos… Es que la lluvia me parece un fenómeno extraño, y todo lo raro me gusta. Como tú. Es un fenómeno extraño porque la costumbre de ver agua cayendo del cielo nos hace verlo como algo normal, nos hemos habituado a que no sea algo relevante, pero en realidad es fantástico ver como miles de gotitas vienen de no se sabe dónde exactamente. Porque si miras para el cielo, no sabrás a ciencia cierta de dónde vienen. Es fantástico no conocer el origen de esa agua. Sí, teóricamente viene de las nubes por el ciclo del agua, pero yo no lo creo así…
A pesar de ello, a medida que ha ido avanzando este 24 a punto de acabar, he odiado la lluvia en algunos momentos; he odiado sus charquitos en los pasos para peatones, pero para odiar eso, también debo odiar mi habitual despiste, que ha hecho que caiga en ellos reiteradas veces.
Sí, hoy es un día especial. No sólo por la lluvia y todo lo que ella me produce, también por ser 24… Porque alguien me enseñó que estos días raros siempre pueden tener un sentido especial para mí.