
Pero a pesar de ser algo tan... raro, ella nunca me abandona. Igual que la música. Y en los peores días de mi vida puedo usar la fotografía y mis instrumentos como vías de escape.
Ver la vida a través de un visor me ha enseñado que hay momentos que siempre vas a querer compartir, momentos que querrás enseñarle al mundo. El objetivo me enseñó la cercanía con las personas, y que si la vida se ve borrosa, algo falla. También que la vida tiene dos lados, dos caras; un perfil bueno y otro no tan bueno, y que la gente siempre se empeña en mostrar este último.
Y cuando aprietas el obturador, ya no puedes parar... Sí. No poder parar en el sentido de estar andando durante horas, recorriendo una ciudad preciosa como lo es Sevilla, sus rincones, sus calles, sus monumentos... Embriagándose de la vida misma y ver mucho más allá de lo que ven nuestros ojos. Saber que hay personas que se esconden de lo que son, que hay tristeza y pobreza, y mucho hijo de puta.
Y ¿qué decir de la música? La más bella mujer que ha pasado por mi vida. La paz sonora. El mejor calmante.
Me da la vida pulsar cada tecla, dar cada nota, cada acorde. Ya sea con el piano o con la acústica.
Con una negra o con una púa.
Con una negra o con una púa.