Vuelvo con otros de mis amores del Museo de Orsay. Un óleo sobre lienzo de 281 x 225 cm. Una tragedia mayor que la anterior. Una Divina Comedia, por oposición. Dante et Virgile, de William Bouguereau (1850).
«El cuadro se inspira de un corto episodio del octavo círculo del Infierno (el de los falsificadores, incluidos los de falsa moneda), en el que Dante junto con Virgilio, asiste al combate entre dos almas condenadas: Capocchio, hereje y alquimista, mordido en el cuello por Gianni Schicchi, quien había usurpado la identidad de un hombre ya fallecido, con el fin de desviar su herencia.»
Y según el crítico y poeta Théophile:
«El Gianni Schicchi se echa encima de Capocchio, su rival, con una extraña furia, y entre ambos combatientes se establece una lucha de músculos, de nervios, de tendones, de dentellados, de los que el Sr. Bouguereau ha salido con los honores. En este lienzo hay dureza y fuerza. ¡La Fuerza, calidad escasa!»
Dante y Virgilio miran expectantes la máxima representación de destrucción humana. Dante Alighieri, vestido siempre de rojo y negro. Virgilio, coronado de laurel como símbolo de su grandeza como poeta.
Situado por encima de todos se encuentra el Demonio, abarcándolo todo, representando poder y mandato; cubriendo con sus alas cuanto hay a sus lados. Sonriendo también, este ser sobrenatural mira con maleza a los intelectuales, casi llegando a castigar las ideas que de ellos pueden surgir: considerándolos como un mal.
Al fondo, una jauría de almas se bate en duelo.
Un cuadro cargado de dramatismo y de verdad.
"Homo homini lupus est", ya lo decía Plauto.
Allegados a esta obra encontramos otros cuadros que nos vienen a sugerir la misma maldad y el mismo maquiavelismo de la especie humana. Artistas como Goya y Rubens veían la vida como una lucha entre hermanos, como una superación de uno sobre otro, una carrera y competición por aspirar a la misma gloria.
Saturno devorando a un hijo, de Goya (1819) Saturno, de Rubens (1636)