El lunes empecé un nuevo curso. Comencé segundo de Grado de Periodismo y a primera hora me introdujeron en una nueva asignatura: teoría del Periodismo.
El profesor comenzó aclarando los aspectos técnicos, breves esquemas y un programa a seguir de la asignatura. Más adelante, expuso algo más allá de dicha materia. Nos explicó también qué hacíamos sentados en las sillas, y nos recordó si era eso lo que queríamos. Todos asentíamos con entusiasmo pero con cada palabra, nuestros rostros se tornaban preocupados e incluso confusos.
Desnudó la realidad hasta el punto en el que llegó a mostrárnosla de la forma más cruda y simple. Y nosotros, tres veces más asustados nos sentíamos. Conforme hablaba, admitíamos desesperadamente lo que teníamos por delante, y lo que aún tenemos.
¿Qué dijo? La verdad. Una verdad que a veces no queremos aceptar, pero que es y será una compañera más en clase, en el día a día. Nos dijo que ser periodista suponía asumir correr unos riesgos y condiciones que solo con paciencia se soportan. Nos quedó bien claro: “Los periódicos salen TODOS los días del año; excepto Nochebuena, el día de Año Nuevo y el Viernes Santo.”
Muchas frases como esta y a alguno se le quita las ganas de verdad.
Nos recomendó también ser los mejores y conocer todo acerca de todo. Nos advirtió de que el periodismo no tiene horarios, que no se sabe cuándo se entra ni cuándo se sale de trabajar.
Claro, con unas advertencias como estas, pocos fuimos los que quedamos con ganas de seguir allí sentados.
Personalmente, mi destino no era esta carrera. Yo pensaba ser una prestigiosa ingeniera informática o una reconocida fotógrafa. Pero ahora me alegro de poder contar esta experiencia como una quasi periodista. Y es que después de lo sucedido ayer en el Congreso, me entraron unas ganas terribles de estar allí con mi cámara; grabando todo lo que pasaba y poderlo contar en primera persona. Poder escribir un artículo contando la verdad, lo que yo vi; y no los disfraces que algunos tejen con su teclado. Me habría encantado llegar al trabajo y ponerme a escribir sobre el tema, poder escribir sobre el tema y saber que lo hago bien.
¿Imparcial? No. Honesta. Algo de lo que muchos compañeros periodistas carecen, o que ni siquiera son periodistas porque les ha salido bien la jugada del enchufismo.